crisalidaonline

Aún a la distancia
todo
sos
vos
en el deseo.

Soy una cascada
derramándose
en las sombras.

Cuando al revisarme
la doctora
preguntó
si esas marcas oscuras
en los pechos
eran golpes
o ganancias del amor
la respuesta fue obvia.

(Tampoco lograba
imaginarme
rebotando
con los pezones
de punta
sobre una pared
o cayendo sobre el piso).

Y cuando ella
continuó
“Pero qué apasionado”
un brillo de satisfacción
me cubrió el rostro
como si toda tu ternura
me forjara de nuevo.

Es probable
que a pesar
de su larga experiencia
la doctora
nunca haya encontrado
una mujer
tan orgullosa
de estar enamorada.

O eso quise creer
cuando sonrió
y yo quedé pensando
en la canción
de nuestros cuerpos
al unísono.

Sos mi suspiro.
Junto a mi almohada
te digo por las noches
en forma repetida.
Una, dos, mil veces.

Y en el repique
sueño despierta
lenguas desatadas
unidas en nudo húmedo.

Sucede que hace días
que quiero decirte
cara a cara
la angustia
que me da si no te tengo.

Pero el destino
juega cartas marcadas
nos desencuentra
como si lo divirtiera
ver mi desazón
y tu fastidio.

Espero con la llave
en la mano
el día que se pueda:
tengo la correcta
combinación
del escondite.

Yo no miento.
Todo lo que anda
por mi mente
y en la fatiga
de mi corazón inquieto
aquí lo escribo.

Hay quien
puede leer
estos versos
con la incredulidad
con que se juzgan
ciertas noticias
en el diario.

¿Pero se puede
sostener
una mirada
por tanto tiempo
como una ficción
producto
de las charlas?
Imposible.

Cuando digo
que atravesaste
el cielo
que me cubre
como un rayo
que no se da cuenta
de lo que hace
nada oculto.

Y como un árbol
solitario
a lo largo
de la tierra
bebo el fuego.
Y ardo.