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En la reunión
hablábamos y hablábamos
y como era previsible
terminamos en los hombres
y sus medidas.

Entonces una de las chicas
se acordó del porno star
John Holmes
famoso
por el exceso de atributo.
¡Tuvo sexo
con 10 000 mujeres!

Las otras chicas se reían:
ese tamaño es imposible.
Yo me callé.
No era cuestión
de alardear
lo que tenía en casa.

Mirá si todavía
se interesan
y me piden tu teléfono.
Lo admito:
en cuestiones del amor
soy egoísta.

Cuando no estás conmigo
hago el amor
con la sombra.
En esa oscuridad
siento tus labios
los ojos siempre esmeraldas
y las manos fundidas
en caricias
con mi cabello.

Es tan intenso el momento
de tanta entrega
que paso la noche
envuelta
en un calor recurrente.

Luego
me viene el temor
de que parado frente
a mí
no pueda ya
discernir tu cuerpo
las verdades de tu voz
las preguntas que comés
al morderte las uñas.

Tengo terror
de que al cabo del tiempo
me haga
mucho más feliz
una sombra.

Estábamos dormidos
y de pronto
los gritos
de la chica
de la habitación
de arriba
se transformaron
en el eco de los míos.
La cama rebotaba
entonces
me pregunté
si nosotros también
habíamos hecho
tanto escándalo.

Cuando siento
la rigidez de tu miembro
entre mis nalgas
vuelvo a ser
el animal que soy
(que somos)
intercambiando
los fluidos.

De allí el aullido
como una inevitable
consecuencia:
las voces
del amor salvaje
entre cuatro paredes.

Yo aún
envuelta en el deseo
besé las sábanas
tratando de aprehender
el aroma que dejaste
el perfume de tu piel
y tu cansancio.

Tuve que empezar
de nuevo
ahora ya sin vos.

Hicimos el amor
con labios
de mar y arena.